La Casa Romana
Domus es la palabra latina con la que se conoce a la casa romana. Las domus eran las viviendas de las familias de un cierto nivel económico, cuyo cabeza de familia llevaba el título de dominus.
Las medidas de una domus de gran tamaño podían llegar a 120 metros de largo por 30 metros de ancho. El modelo habitual constaba de una sola planta. A la entrada de la casa había una puerta vigilada por un esclavo portero. Esta puerta no daba directamente a la calle, sino que se encontraba en el centro de un vestíbulo de reducidas proporciones. Tras acceder a la casa por el vestíbulo se llegaba al atrio, elemento característico de la domus, patio cubierto y con una abertura central (el compluvium) por la que entraba el agua de lluvia (que se recogía en el impluvium).

Reconstrucción del Atrio de una casa romana, donde se ve el Impluvium y el Compluvium. |
El atrio constituía el centro de la vida doméstica, en él se exhibían las estatuas de los antepasados y se hacían ofrendas a los dioses protectores de la domus. También tenía lugar en el atrio la "salutatio matutina" de los clientes vinculados al dueño de la casa.
El tablinum (anexo al atrio) fue inicialmente la pieza donde dormía el dueño de la casa, pero se terminó convirtiendo en su despacho, lo que incluía la función de archivo. El triclinio era una estancia donde se celebraba la cena, y disponía de klynai (antiguo tipo de mueble) para que los comensales se recostaran. Los cubiculum servían de dormitorios. Otras estancias eran la cocina y los baños. También existían bodegas subterráneas. A partir del siglo II a.C. comienzan a construirse peristilos por influencia griega, eran patios ajardinados rodeados de columnas, que irán ganando protagonismo en detrimento del atrio, que pierde su función hacia el siglo I D.c.